Fue súper increíble lo que hizo Josh Hamilton contra los Orioles en Baltimore. Sus cuatro jonrones (cinco en dos días, ya que había conectado jonrón en su último turno del juego anterior), ocho empujadas y total de 18 bases alcanzadas fueron algo de leyenda.
Todos sabemos de lo que es capaz Hamilton. Para esta fecha llegó como líder de la Triple Corona de bateo con promedio de .406, 14 vuelacercas y 36 carreras empujadas por los Rangers. Actualmente Hamilton lidera las grandes ligas con un promedio de bateo de .402, 18 jonrones y 44 carreras impulsadas. Tuvo nueve cuadrangulares y 18 impulsadas los últimos siete días.
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El 2012 es el último año del contrato vigente de Hamilton en Texas. Obviamente estará buscando un lujoso pacto con los Rangers o cualquier otro equipo para el siguiente invierno. Eso se sabe. Lo que está por verse es si Texas u otro equipo estarán dispuestos a hacer una inversión en Hamilton como se ha hecho con Albert Pujols, Matt Kemp o Mark Teixeira, por ejemplo.
A primera vista, cualquiera diría que sí, que Hamilton merece tanto o hasta más de lo que se le paga a aquellos jugadores, y durante más años. Pero el caso no es tan sencillo, algo destacado por múltiples analistas a la hora de medir el valor que podría tener el jardinero en el mercado.
Primero está su edad. Tiene 30 años ahora mismo, y por más productivo que sea a esta altura de su carrera, ¿Por cuánto tiempo más rendirá a este nivel? Segundo, él es propenso a las lesiones. Con la excepción del año 2008, cuando participó en 156 juegos, Hamilton nunca ha jugado más de 133 partidos en una campaña. Y tercero, todavía está el tema de sus problemas con las drogas y el alcohol hace unos años.
Este último punto tal vez es el más espinoso. En dos ocasiones en los últimos cuatro años, durante la temporada muerta, a Hamilton se le vio consumiendo alcohol en bares. ¿Esto es malo? Claro que no lo es. Pero es el mismo Hamilton que ha manifestado que estar libre de esos vicios y estar con Dios le ha permitido dejar salir su enorme talento en el terreno de juego.
Me parece que Texas en estos momentos se encuentra con un dilema de mayores proporciones. Los Rangers sí tienen dinero; lo han demostrado al contratar a jugadores como Yu Darvish, Adrián Beltré y Joe Nathan, además de otorgarles extensiones jugosas a peloteros como Ian Kinsler, Nelson Cruz y Derek Holland, entre otros.
Con el poder adquisitivo que tienen los Rangers, sería un gran fracaso del equipo ante sus aficionados dejar escapar a Hamilton, quien se ha convertido en una especie de príncipe en el área de Dallas y el Metroplex. Pero en puros términos empresariales, ¿Sería lo indicado invertir unos ocho años y alrededor de 200 millones de dólares en un pelotero que, se lesiona bastante y que aún le queda la duda en cuanto a los vicios?
Me parece que esa va a ser la pregunta que se harán Nolan Ryan, Jon Daniels y el resto de los “jefes” en Arlington.
Todos sabemos de lo que es capaz Hamilton. Para esta fecha llegó como líder de la Triple Corona de bateo con promedio de .406, 14 vuelacercas y 36 carreras empujadas por los Rangers. Actualmente Hamilton lidera las grandes ligas con un promedio de bateo de .402, 18 jonrones y 44 carreras impulsadas. Tuvo nueve cuadrangulares y 18 impulsadas los últimos siete días.
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El 2012 es el último año del contrato vigente de Hamilton en Texas. Obviamente estará buscando un lujoso pacto con los Rangers o cualquier otro equipo para el siguiente invierno. Eso se sabe. Lo que está por verse es si Texas u otro equipo estarán dispuestos a hacer una inversión en Hamilton como se ha hecho con Albert Pujols, Matt Kemp o Mark Teixeira, por ejemplo.
A primera vista, cualquiera diría que sí, que Hamilton merece tanto o hasta más de lo que se le paga a aquellos jugadores, y durante más años. Pero el caso no es tan sencillo, algo destacado por múltiples analistas a la hora de medir el valor que podría tener el jardinero en el mercado.
Primero está su edad. Tiene 30 años ahora mismo, y por más productivo que sea a esta altura de su carrera, ¿Por cuánto tiempo más rendirá a este nivel? Segundo, él es propenso a las lesiones. Con la excepción del año 2008, cuando participó en 156 juegos, Hamilton nunca ha jugado más de 133 partidos en una campaña. Y tercero, todavía está el tema de sus problemas con las drogas y el alcohol hace unos años.
Este último punto tal vez es el más espinoso. En dos ocasiones en los últimos cuatro años, durante la temporada muerta, a Hamilton se le vio consumiendo alcohol en bares. ¿Esto es malo? Claro que no lo es. Pero es el mismo Hamilton que ha manifestado que estar libre de esos vicios y estar con Dios le ha permitido dejar salir su enorme talento en el terreno de juego.
Me parece que Texas en estos momentos se encuentra con un dilema de mayores proporciones. Los Rangers sí tienen dinero; lo han demostrado al contratar a jugadores como Yu Darvish, Adrián Beltré y Joe Nathan, además de otorgarles extensiones jugosas a peloteros como Ian Kinsler, Nelson Cruz y Derek Holland, entre otros.
Con el poder adquisitivo que tienen los Rangers, sería un gran fracaso del equipo ante sus aficionados dejar escapar a Hamilton, quien se ha convertido en una especie de príncipe en el área de Dallas y el Metroplex. Pero en puros términos empresariales, ¿Sería lo indicado invertir unos ocho años y alrededor de 200 millones de dólares en un pelotero que, se lesiona bastante y que aún le queda la duda en cuanto a los vicios?
Me parece que esa va a ser la pregunta que se harán Nolan Ryan, Jon Daniels y el resto de los “jefes” en Arlington.
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