Hay peloteros que, prácticamente, nacen con la inconfundible etiqueta de estrellas, solo el llamado “imponderable” puede obstruir su ascenso a la inmortalidad: lesiones, apatía, desviaciones de la conducta, distracción, ha sucedido.
El venezolano no solo es uno de los mejores bateadores hispanos de
estos tiempos, incluso entre americanos o de otras regiones, sino que su
carrera va rumbo al salón de la fama, como la de Vladimir Guerrero, que
concluyó y solo espera el tiempo de elegibilidad y la llamada que le
inmortalizará.
Cuando Cabrera se retire, posiblemente sea uno de los mejores cinco
bateadores latinos de todos los tiempos con labor en grandes ligas.
A sus 29 años y diez en las mayores, va para su novena campaña con 100 o
más impulsadas que, si no son todas las que ha jugado, fue porque en el
2003 solo actuó en media, no obstante, empujó a 62.
El antesalista de Detroit promedia .317 (el año pasado ganó el
champion bate), tiene 372 dobles (un liderazgo), 13 triples y 295
jonrones (otro liderazgo) además de otro en impulsadas y su total en
este último capítulo es de 1055. Su embasamiento es un magnífico .395 (2
liderazgos) y el slugging de .556, con un total de verdadero inmortal,
hasta hoy, de .950.
Es un bateador agresivo, de los que reconoce que su responsabilidad es más
que embasarse, por eso se poncha más veces que las bases por bolas que
recibe, porque llega al home con la encomienda de hacer lo que sea para
que el corredor anote o avance.
Un anillo de serie mundial con los Marlins en el 2003 y otra
participación infructuosa en octubre con Detroit, siete juegos de estrellas y
la satisfacción de saberse uno de los tres mejores bateadores derechos
del béisbol, son credenciales, que ponen a
Cabrera en el rumbo seguro al máximo colofón de la carrera de un
pelotero: la elección a Cooperstown.
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